Solo un asalto (Cuento corto)

Un día irremediablemente normal, protagonizado por el trabajo de oficina y los enormes deseos que tenía de salir de el, horas pasando entre llamada telefónica absurda  y llamada telefónica estúpida consumiendo poco a poco junto con mis ganas de laborar ese día para ganarme el pan las horas del reloj, los dígitos del ordenador junto con las manecillas del reloj bailando en una sincronía perfecta, 10/10 para cualquier persona con desorden obsesivo compulsivo, pero después de todo este martirio digno de alguna deidad cristiana salgo a la dulce noche, y empieza el juego , una noche malditamente obscura con una mediocre luna siendo opacada por las luces del alumbrado publico de quizá la ultima campaña de nuestro ilustre candidato a la presidencia, caminando a alcanzar el transporte publico y sin mucho que hacer decidí detenerme en una esquina a revisar mi celular, rápidamente sin ninguna señal un hombre derriba de mi mano el aparato antes mencionado y me arroja dentro del callejón.Entonces ahí estaba, haciendo presencia como reflejo de los errores de la sociedad, un hombre con nada más que perder, uno podría decir que la vida le jugó una mala pasada o quizá ni siquiera el mismo sabia él porque de sus acciones, por su voz nadie podría asegurar que lo había forzado a cargar en sus manos un arma, el miedo es lo primero que surge al ver a un hombre con un arma sujeta entre sus dedos… Pero con el sin duda el sentimiento era mas de intriga, desde una serie de cicatrices partiendo desde lo poco visible de sus rodillas, pasando por su pecho, brazos y culminando en su cara. Estas contando una historia con peleas que de seguro no había ganado, caídas de las que se había levantado, una increíble cantidad de miserias eran las que el alma de este hombre erguido frente a mi había pasado, uno no necesitaba más pruebas que ese par de ojos. La tenue luz del alumbrado lograba hacer brillar un poco ese par de pupilas, era una rara sensación de calma la que uno encontraba al verlo fijamente, al igual que miedo… No era como un asaltante drogado con la mirada vaga y vacía, o la violenta mirada de un Alcohólico, el sentimiento de paz desapareció al escuchar el sonido metálico del arma cargando la munición subiendo lentamente y apuntándome al pecho, una acción de apenas 2 segundos, un sonido aún más tenue, pero aún hoy día si me esfuerzo puedo escuchar el eco en mi cabeza. Súbitamente el hombre arrojo el arma a mis pies, luego intercambiamos miradas, toda esa calidez que yo percibía quedo totalmente atrás, el hombre claramente grito con una voz increíblemente firme “Tómala y dispárame” mientras decía esto metía su mano derecha al bolsillo, rápidamente tome el arma que estaba frente a mí y ahora temblando me dirigí a aquel hombre “No…No… puedo hacer eso señor” , Toda la situación era increíblemente  confusa, la luz de ese callejón , la pesada arma en mis manos , el frio aire y el metal del arma, mi corazón latiendo como si hubiera corrido un maratón. De nuevo el hombre si dirigió a mi “Vamos, termina con esto, yo no tengo el valor para hacerlo” mientras lo decía daba un par de pasos en mi dirección, yo intente amenazarlo con el arma para que se detuviera , además de esto le grite “Detente, date vuelta y vete o yo…” el hombre ahora tan cerca que podía oler su aliento me dijo  con una voz dulce “Vas a disparar” sus ojos aún me parten en dos y son protagonistas de mis pesadillas, Yo no pensaba en disparar  y si no fuera por el callejón que abrazaba mi espalda yo habría corrido…Luego todo pasó tan rápido el hombre dijo “Mi nombre es Pedro Peña, un hombre al que ya no le queda nada en esta tierra más que 2 tumbas que visitar y mucho dinero que pagar y tu vas a matarme o yo soy el que te mate” tan pronto como terminó la frase cerró los ojos y pude ver escapar una lagrima me sujeto con su brazo izquierdo y vi una navaja en su otra mano justo en su mano derecha, brillante y lisa, empuje a hombre con todas mis fuerzas y aún no se cómo paso pero disparé el arma, bum… El aroma inconfundible y el humo fue la única señal de que el arma había sido disparada, nunca oí el disparo, pero recuerdo claramente la imagen del hombre tendido frente a mí, el aroma de la pólvora ese maldito aroma, caí de rodillas anonadado, sin poder decir una sola palabra, sin poder creer todo lo que había pasado, todo el tiempo pensé que era un sueño pero al tocar el arma y quemarme esa idea desapareció, nadie nunca pregunto por aquel hombre, nunca pude encontrar a un Pedro Peña en el diario y con los años pasando probablemente el único que lo recuerde soy yo… Quizá no  soy un asesino del todo pero una parte de mi murió con ese hombre, junto con el respeto que me tenía al verme en el espejo y junto con toda la bondad que uno piensa existe en el mundo. Yo aún hoy día entiendo que ayude a un hombre a detener su sufrimiento, pero como él todos los días hay cientos, nada te hace respetar mas a la vida que la misma muerte.